jueves, 5 de agosto de 2010

En el desierto de mi soledad

Los días me parecen todos iguales,
la gente camina de prisa, abrumada
y quizás algo desorientada, encerrada
en su propio mundo.

El sol algunas veces quema mi piel morena,
la lluvia hace que mis días decaigan un
poco más, y ni que decir del inesperado
frío que me hace extrañar aún más la
calidez de tus brazos.

Ya no siento mis pasos al andar,
y mi alma camina entre la gente,
desapercibida e ignorada por el
universo, mientras mis ojos
buscan angustiosamente tu
mirada entre extrañas multitudes.

Sólo me queda mi soledad
que me acompaña siempre y
se hace más presente cuando tu ausencia
es tan constante como los segundos.

Te extraño y soy tan culpable de sentirlo
que ni siquiera me atrevo a pronunciar
dichas palabras, aunque el corazón tiene
una mínima esperanza de volver a encontrarte
entre la intensidad de su fuego.

Es por ello que seguiré habitando en
el desierto de mi soledad, esperando
en una lenta agonía que mi ya desgastado
corazón de sus últimos latidos

martes, 3 de agosto de 2010

Un adios

Una noche más se atravesó por mis ojos;
las estrellas apenas brillaban en el firmamento
y mis pensamientos se alejaban cada vez más de mi cabeza.

El viento titilante rozaba intensamente mi piel,
en mis ojos las lágrimas se derramaban tan lentamente
y mi voz se ahogaba en un grito de desesperacion.

Solamente quería decirte cuanto te amaba, y la falta
que me haces en mis noches llenas de soledad, lejos
del calor de tu cuerpo, de tus besos y caricias, que en
realidad nunca fueron mías.

Debo confesarte que reaccione tarde a mis instintos,
y aunque desde el inicio supe que tu amor no era para
mi, me conforme con tenerte tan cerca y ser feliz en 
aquellos breves instantes de pasión.

Perdoname por amarte, y quererte así, por robarte 
instantes que no fueron míos, por robarte esas sonrisas que 
alegraban mi día. 

No quisiera decirte adiós, por lo menos no de frente,
quizás no lo sopetaría, al final de camino no soy tan
fuerte, soy tan débil como lo es una flor que comienza a crecer
entre el pasto y que se doblega tan facilmente con el más
leve de los vientos; por ello le diré al viento que roce tu piel
y que el sea el mensajero de mi despedida.

Cada vez que te toque el aire, siempre te dira ADIOS